Carta a la Alcaldesa de Angel del Rio
Señora alcaldesa:
Érase que se era una vez, en el país de “nunca fiar”, que hallábase un honrado comerciante detrás del mostrador, solícito a dar los buenos días a su clientela, cuando dos fulanos de mal vivir, amigos de lo ajeno y enemigos de la decencia, dieron por entrar en su establecimiento, amasado con sudores de muchos años de trabajo y desvelos, y apremiaron al honrado comerciante a que depositara en sus sacas todo cuanto de valor tuviera en las vitrinas, alacenas y estantes de su tienda y trastienda, utilizando para su convencimiento armas afiladas de acero templado empuñadas por manos destempladas.