El sector económico no es ni éticamente neutro ni inhumano o antisocial por naturaleza. Es una actividad del hombre y, precisamente porque es humana, debe ser articulada e institucionalizada éticamente. La responsabilidad social no puede ser ni debe contemplarse como una complicada red de obligaciones, ni como la cumplimentación de memorias informativas, ni como el desarrollo de un conjunto de actuaciones solidarias. ¿Que ha de entenderse, entonces, por responsabilidad social?. Pues, sencillamente, una aportación de análisis y conocimiento de la empresa, que parte, en primer lugar, de la reflexión interna para aflorar, definir y reafirmar los objetivos y principios con los que se lleva adelante el proyecto empresarial, tomando en cuenta las vías de interacción con sus trabajadores, la evolución de las relaciones con los proveedores, la comunicación y búsqueda de satisfacción de los clientes, la retribución a los accionistas, si los tuviere, y, por último,....

 

las múltiples relaciones con la comunidad en que ejerce la actividad y el entorno en el que opera. La Responsabilidad Social es, en realidad, la decisión voluntaria de las empresas de contribuir a la mejora de la sociedad, colaborando en la construcción de un marco más justo, cohesionado y sostenible. Con la aprobación de un primer tratamiento legal de ámbito estatal en la reciente Ley de Economía Sostenible, resulta ya imprescindible la inclusión de esta línea de análisis dentro de lo que es el estudio normal de la empresa.

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